Mucho voto, poca democracia
Por Sergio Sinay
Votar es apenas un aspecto de la democracia, que languidece y se fosiliza cuando los ciudadanos no van más allá de eso, y los gobernantes construyen oligarquías tóxicas
El activismo (eso que por estas pampas se llama “militancia”,
significativamente una palabra de resonancia militar y bélica) ya no produce
transformaciones ni revoluciones. Simplemente permite que nuevos grupos,
algunos de ellos marginales a la política, encuentren un lugar acogedor bajo el
sol del sistema. Las elites de los partidos, burocratizadas y fosilizadas, se
apropian de ellos y, llegado el caso, los convierten en guardianes del poder. Al
decir esto, Jane Mansbridge, catedrática en la Escuela de Gobierno Kennedy, de
la Universidad de Harvard, e influyente pensadora en el estudio de la democracia
deliberativa, no habla de la Argentina, aunque pareciera que sí. En una
entrevista concedida en estos días a Lluis Amiguet, periodista de La Vanguardia, de Barcelona, Mansbrige galardonada
por prestigiosas universidades e instituciones del mundo, insiste en que la
democracia no se agota en el voto, que se estanca y esteriliza si los
ciudadanos no participan, si no hay deliberación sobre temas de interés común y
si la mirada de cada uno se agota en el interés propio y no lo liga al devenir
de la comunidad.
“La ejemplaridad es fuente de legitimidad, pero muchas
democracias tienen una clase política tan desprestigiada que, además, requieren
procesos participativos para regenerarse”, dice esta sólida y comprometida
intelectual (fue una reconocida activista contra la guerra de Vietnam). Cuando
el ejemplo no llega desde los dirigentes, la democracia debe tener y usar los
mecanismos necesarios para la coerción y la sanción. Si esto no ocurre,
devienen fallidas.
En una de sus declaraciones que nos tocan más de cerca Mansbridge
afirma: “Un síntoma claro de que una democracia se degrada hasta la oligarquía
es que aparecen dinastías y algunos apellidos mandan más que los votos”. Hace
demasiados años que en la Argentina mandan apellidos, que esos apellidos (en el
plano provincial y en el nacional) aplastan toda posibilidad de construir una
sociedad participativa, creativa, donde la diversidad de ideas se integre en
visiones compartidas. Y lo peor es que esos apellidos se apropian del Estado, alimentan
cortesanías sumisas, desbaratan los mecanismos republicanos, esparcen y
profundizan la corrupción como una peste letal y crean relatos impunes y
perversos. No lo hacen solos, sino avalados por votantes oportunistas en unos
casos y reducidos a la inopia y mantenidos en ella por un clientelismo obsceno
en muchos casos más.
Mansbridge advierte contra el voluntarismo
participacionista. Una democracia deliberativa, en la cual los ciudadanos
entienden como propias las cuestiones comunes y se involucran en ellas, no es
cuestión de discursos, de catarsis ocasionales, de agitación superficial y
fugaz, como a menudo parece entenderse. “Si los procesos participativos
complejos como los presupuestos deliberativos se practican mal, los ciudadanos
se vuelven cínicos y el problema empeora”, indica.
Transitamos hoy y aquí tiempos de elecciones seriales y
pareciera que cuanto más votamos más se deteriora la democracia, más aun a la
luz de los patéticos discursos y actitudes de los principales candidatos,
personajes de una desértica incultura política (y general), de patética
incapacidad expresiva y de absoluta nulidad a la hora de proponer (desde la
política y no desde el marketing) una argumento capaz de comprometer a la mayor
parte de la sociedad (los egoístas y desentendidos siempre existirán) con una
visión imaginativa y trascendente de la sociedad en la que vive. “Las
democracias necesitan cada vez más que todos se comprometan con el bien común
más allá del voto”, recuerda Mansbridge. Cuando no es así, los fósiles, los
corruptos, los obsecuentes, los temerosos, los desconcertados, los oportunistas
o los banales terminan por convertirse en los candidatos con más rating.
(Los interesados pueden escuchar una conversación de Jane Mansbridge con alumnos de su cátedra en Harvard en este video)
(Los interesados pueden escuchar una conversación de Jane Mansbridge con alumnos de su cátedra en Harvard en este video)
Excelente nota. Me gustaria leer su oinion sobre como podriamos recuperar los partidos politicos, ya que creo que ahi reside parte de nuestro problema fundamental. Donde canalizamos nuestra participacion, para que no se convierta en mero voluntarismo participacionista. Mas alla de ONG o Fundaciones sino recuperamos los partidos (tema no abordado hoy) seguiremos con candidatos del marketing. Saludos, y reitero muy buen nota!!!
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